En este mensaje profundo y apasionado, se explora el Salmo 133 como una poderosa imagen espiritual sobre la unidad del pueblo de Dios, la unción que desciende desde la cabeza hasta las vestiduras del sumo sacerdote, y el rocío refrescante que trae provisión divina.
El predicador enfatiza que la verdadera unidad no es una construcción humana, sino una obra del Espíritu Santo que requiere perseverancia, oración y comunión. Desde la simbología del aceite sobre Aarón hasta la vestidura espiritual de los creyentes, se enseña cómo la unción fluye donde hay santidad, obediencia, servicio, humildad y madurez.
La enseñanza también conecta con la provisión del maná en el desierto: la frescura espiritual —como el rocío del Hermón— precede al sustento sobrenatural. El llamado es claro: salir del campamento, buscar a Dios cada día en lo secreto, y vivir una vida fresca, conectada al cielo.
Este mensaje inspira a buscar no solo poder, sino la unción auténtica que transforma vidas y refleja a Cristo.
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